#HistoriasDeCuarentena:

 Educación con brechas



Con la enfermedad pandémica, centenares de adolescentes retornaron a sus sociedades de procedencia. Es la situación de Elizabeth, quien se confrontó a los desafíos de la modalidad a distancia a partir de Ccorimarca, Cusco.

Hay días en que Elizabeth asciende a lo elevado de un monte en busca de una señal de internet para su celular y mandar su labor del instituto. Hace una recarga de saldo a su teléfono y después camina 30 min por una pendiente para comunicarse con un compadre de análisis que está en la ciudad. Él va a ser quien la ayude a mandar su trabajo. Elizabeth habita en la sociedad campesina de Ccorimarca, a poco bastante más de una hora de la metrópoli de Cusco. Ahí no hay internet. La señal llega de cualquier operador telefónico, una vez que hay suerte.

Esta fue la rutina a partir de las primeras semanas de el confinamiento para la adolescente cusqueña de 21 años, quien estudia la carrera de Gestión hotelera. Una vez que se prolongó la emergencia tuvo que tomar la elección de congelar sus estudios.

Al partir de Cusco, Elizabeth dejó ahí la mayor parte de sus libros y cuadernos. Se observó impuesta a colocar en pausa sus estudios. No poseía cómo repasar o entrenar los contenidos de sus cursos. “Me desesperó. La era se alargaba más y yo estaba sin estudiar”, cuenta.

Nadie esperaba que el confinamiento dure bastante más de cien días, menos Elizabeth. Ahora ella está más tranquila, y tiene la esperanza de volver a aprender en setiembre. Luego de todo, consumar con sus cursos sin tener una computadora o señal de internet era difícil, aun cuando no imposible.


“Mi comunida es chica, no hay cabinas de internet. Me iba al monte y allí enviaba las labores. Nos daban cierto tiempo para continuar, entonces hasta aquel tiempo lo hacía y de allí volvía a subir y llevar. Ahora han incrementado un poco la señal, pero anteriormente poseía que irme hasta arriba”, cuenta. Una de las cosas que recuerda son las carreras que debía hacer para llegar en menos de 15 min a la parte más alta del monte.





El regreso al campo

Para los alumnos que viven lejos de su hogar, como Elizabeth, el confinamiento representó un retorno forzado. En su caso un regreso al campo y a la chacra, donde trabaja con sus papás.

Es la última de 5 hermanos y la exclusiva que vive con sus papás, además de un tío abuelo y una prima que los visita rara vez. Cada mañana cocinan y salen a la chacra llevándose el almuerzo. Sus días pasan veloz, sin embargo son diferentes. “Ahí sacamos las hojas del maíz casi todo el día, y en la tarde lo cargamos en caballo. Ahora principalmente los productos que cosechamos son para compartir con nuestros propios visitantes o para nuestro consumo”.


“Me desesperó. La era se alargaba más y yo estaba sin estudiar”

Elizabeth, estudiante cusqueña de 21 años



Al 15 de julio y a 123 días de emergencia sanitaria, la Dirección Regional de Salud (Diresa) de Cusco registra 4 mil 369 casos confirmados de coronavirus. En Ccorimarca son desconocidas casos de contagio. En el distrito de Ccorca, las sociedades colocaron tranqueras para impedir el tránsito. Nadie podía entrar, tampoco salir. Aquello los mantuvo protegidos de contraer el virus, pero afectó una de sus primordiales ocupaciones de permanencia: el negocio de productos agrícolas.


“No podían llevar sus productos a vender [sus papás y vecinos], lo cual hicieron es dejar la cosecha para esta temporada. Sin embargo algunas veces, entre los que ya habían sacado sus verduras, nosotros mismos comprábamos. Si no hemos sembrado lechuga, íbamos donde un vecino y hacíamos trueque también”.


Elizabeth se siente bienaventurada, pese a los esfuerzos. “Creo que la mayor parte en Ccorimarca pasó inconvenientes económicos, pero acá en el campo por lo menos tienes papa, maíz, olluco para alimentarte. No es como la metrópoli que todo es tienda”, cuenta.


Distancias que alejan

Elizabeth habla como cantando y continuamente parece que está a punto de reír. Todavía de esta forma, ella plantea que el caso de emergencia nacional perjudicó su común buen humor. “Yo pensé ‘debe ser algo temporal, seguro voy a volver’. Sin embargo finalmente las cosas se alargaron, la enfermedad pandémica además creció y entonces por el momento no ha sido normal”.

En Cusco, Elizabeth estudia en el Instituto KHIPU. Además participa en un plan de la agrupación Amantaní, que le otorgó una beca para cursar estudios mejores. Ella además hace cursos con adolescentes entre 16 y 25 años, al lado de sus papás, para fomentar que se conviertan en dirigentes en sus sociedades.

Aquel contacto con gente de su edad es una de las cosas que Elizabeth extraña en dichos últimos meses. “Mis contemporáneos no hay [en Ccorimarca], ciertos ya poseen su familia o permanecen viviendo fuera y por el momento no vienen». En Cusco, Elizabeth podía platicar y pasar la era con los niños de Amantani o con sus compañeros de curso. Ahora sola la rodean adultos y un diminuto perro de color blanco y negro que sigue sus travesías.



En sus ratos libres, se dedica a leer. Ahora repasa un libro que le prestó Tania, una de sus tutoras de Amantani. Tiene que ver con plantas medicinales, y le ha servido para reconocer varias plantas y aprender para qué sirven. Sin embargo lo cual más le encanta es subir al monte, y ver las sociedades a partir de lo elevado. “Es como observar al horizonte”, dice Elizabeth. A partir de allí, contempla sus alrededores y piensa en el futuro. Todavía está en el tercer periodo de estudios, pero ya tiene planes de laborar en un hotel y además de hacer guías turísticas.


“Pensaba abrir turismo vivencial en mi sociedad, ya que hay ruinas y no van turistas allí. En Ccorca además hay pinturas rupestres, sin embargo no está publicado, deseo impulsar eso”. Le ha pedido a su mamá que le enseñe a tejer chalinas y chompas para después -cuando se pueda- venderlas a los turistas.


El confinamiento concluyó a principios de julio, sin embargo la deseada normalidad se hace aguardar. Para Elizabeth, como otros adolescentes de su edad, aquello significa volver a salir de sus sociedades. Sin embargo además volver a hallarse con sus profesores. Ella sabe que solo va a ser una despedida corta, puesto que todos sus planes la llevan de retorno a su hogar, el campo.


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